En el momento en que se decide conservar y restaurar obras de arte, ha de considerarse la pieza como un objeto material producido por la mano del hombre, sin olvidar su aspecto histórico, estético y cultural que lo elevan a la categoría de obra de arte.
Para que un producto artificial sea un objeto artístico se requiere que además de servir para algo, tenga también la intención de comunicar. El arte consiste precisamente en comunicar (ideas, sentimientos, gustos, etc,....), pero la intención de comunicar de las obras de arte es también una intención variable, y por tanto, el concepto de lo que entendemos por artístico. En ello radica la subjetividad del arte. Cualquier objeto se puede considerar como un objeto artístico, en el momento en que el receptor considere o aprecie una comunicabilidad, prescindiendo incluso de la intencionalidad del autor.
Así mismo, para poder llevar a cabo una buena restauración en una pieza, se ha de poseer un conocimiento de la evolución de las técnicas artísticas a lo largo de la historia, saber distinguir las diferentes escuelas y las técnicas que se empleaban, las formas de trabajar de los autores, las influencias socio-económicas de cada época, etc.
La restauración de obras de arte es una disciplina muy variada y compleja. Cada pieza requiere una atención especial e individualizada, en función del deterioro que haya sufrido la técnica original con la que fue realizada.
El restaurador tiene que hacer un diagnóstico certero y elegir adecuadamente el tratamiento que debe aplicar, siempre utilizando una metodología reversible, actuando con máxima prudencia y respeto por la originalidad de la obra.
Esperanza Álvarez
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